Cuando la clase y el estilo se visten de rudimentaria actitud de barrio nace el rock pétreo y orgulloso de grupos como The Inmates.
Por Jorge García.
Cuando los setenta palidecían y pasaban el testigo a los coloridos ochenta, en UK el panorama lo dominaban los nuevaoleros que despejaban el camino a los efectos sintetizados del tecno, al tiempo que convivían con el post-punk y observaban perplejos la llegada de los nuevos románticos.
Pero no todo era oscuridad barroca y electrónica seminal al servicio de las melodías, el viejo Rhythm and Blues y el Rock and Roll se hacían fuertes en las zonas periféricas de las grandes ciudades para desde allí torpedear la calma psicológica y agónica de unos, los juguetes electrónicos de otros y los felices y elegantes enamoramientos de los terceros en discordia.
Junto a Dr. feelgood o Eddie and The Hot Rods se deslizaban por la cara más arcaica de aquellos tiempos unos no tan célebres The Inmates, hoy vamos a hablar brevemente de su disco de debut de 1979 titulado "First Offence".
Poderoso line-up formado por Bill Hurley (voz), Peter Gunn y Tony Oliver (guitarras), Ben Donnelly (bajo) y Eddie Edwards (batería). Cinco tipos capaces de reproducir un sonido de asfáltico sedimento rockero con liturgia proletaria y esencia pionera y clásica, que mira al Rhythm and Blues de los cincuenta sin perder comba con el culto al pub y al sonido propio del garage.
Cuando la clase y el estilo se visten de rudimentaria actitud de barrio nace el rock pétreo y orgulloso de grupos como The Inmates. Con antecedentes ineludibles en Them o The Animals, pero con la terquedad de la rutina de la calle como fuente principal de inspiración e hilo conductor de su relato, esculpido en base a riffs y estribillos ásperos y febriles.
Su primer estallido vino de la mano del productor Vic Maile (Dr. Feelgood) con lo cual el sedimento que dejan las trece canciones concentradas en "Firs Offence" no puede dejar lugar a ningún tipo de especulación en cuanto a su intencionalidad sónica y estilística.
Con todas las cartas sobre la mesa y panza arriba, solo queda referirnos a las canciones como encendidas soflamas de la juventud del extrarradio de la época con sus viejas y nuevas motivaciones, problemas y sentimentalismos. Con ese sonido arenoso y la lírica del currante noble que no sabe nada de traficar con su carácter, sus colegas, su calle o su chica.
Gotas de soul y blues que se agitan (no se baten) con los palos ya mentados y que crean un crisol de sensaciones que otorgan al álbum una diversidad y riqueza que dentro de una total sintonía y equilibrio marcan su propio territorio sin inventar nada pero interpretándolo todo.
Sin lugar para la sorpresa mayúscula pero tampoco para el bostezo o la sensación de redundancia, atacaremos dos temas que marcan las cotas de recorrido de todo el cancionero de "First Offence" sin adelantar nada a quienes aún no hayan escuchado a esta soberbia banda.
Por un lado tenemos la hermosa, soulera y racial "If time could turn backwards" compuesta por el guitarrista Peter Staines o Peter Gunn. Por otro lado vamos a destacar otro corte escrito por Peter Gunn, la encendida "Jealousy" que se ve afectada por el punk recién despachado por la puerta de atrás.
Todo ello sin obviar las excepcionales versiones de algunos grandes del género no aupados al olimpo por las masas pero de imprescindible legado como The Standells de quienes eligen la embrionaria "Dirty Water" para abrir el disco o el insigne Jimmy McCracklin de quien versionan con todo el énfasis del barrio la cincuentera "The Walk".
Hoy tocaba hacer un viaje a la parte de la ciudad que no pisan los turistas, donde está el verdadero ambiente y la gente de ley, donde se germina el rock en esencia y alma y de donde en los últimos coletazos de los setenta salieron hacia el ancho mucho un buen número de bandas que dejaron su impronta, entre ellos los estupendos The Inmates.
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