…un trabajo con base acústica de aparentemente sencillo planteamiento al que van recubriendo de ornamentos sónicos donde no faltan barrocas construcciones orquestales…
Por Jorge García.
Bajo el auspicio del sello Discos Belamarh, la pasada primavera vio la luz un proyecto que unía a dos artistas valencianos: por un lado Alberto Montero, músico que cuenta con una apreciable trayectoria con varios discos en su haber y por otra parte, un viejo conocido de esta casa: Gonzalo Fuster (AKA El Ser Humano), del que ya hemos hablado en otras ocasiones y que presenta un recorrido igualmente reseñable.
Ambos se caracterizan por practicar un pop de intrínseco y salitroso sabor mediterráneo, con especial tino para la confección de melodías, la originalidad en textos y una especial habilidad para atrincherar sus canciones al arriesgado abrigo de ciertas encrucijadas sónicas y compositivas que hacen de sus propuestas algo diferente y fresco, al tiempo de orgánico y recogido.
Esta unión ha sido bautizada genéricamente como Algo, y con este mismo pronombre indefinido han decidido denominar a su primer disco conjunto. Ignoro si la elección de tan singular palabra se debe a una forma un tanto ambigua, aunque bien pensado atinada, de definir lo que en realidad nos encontramos en este lumínico, lírico y por momentos exaltado cancionero.
Alberto y Gonzalo cantan cada uno por su lado y también juntos, componen me imagino que de la misma manera y producen todas las canciones de «Algo». En realidad nos ofrecen un trabajo con base acústica de aparentemente sencillo planteamiento al que van recubriendo de ornamentos sónicos donde no faltan barrocas construcciones orquestales con secciones de cuerda que evocan los sonidos propios de los cantantes de otro tiempo, cuando Rafael Trabucchelli y Waldo de Los Ríos señalaban el umbral de entrada hacia lo excelso y lo sofisticado en la música patria.
Pero también hay esencia anglosajona en el disco a pesar de ser cantado en español (o castellano, que uno ya no sabe cómo definir al idioma autóctono), Beach Boys o The Beatles se mimetizan en la entretejida textura de algunas canciones, aunque entiendo que es otro espíritu más local el que gana la batalla en lo referente a sabores y colores, panoramas sónicos y acaloramientos, tal vez un tema de fuerte contenido visceral como "Amanecer de enero" pueda ser un buen ejemplo de lo que intento explicar.
Así mismo, el single previo a la publicación del disco entero, "Confesión y egresión", de tono sesentero y un tanto yankee, conjuga lo comentado en el párrafo anterior pero en un tono más enraizado y dejando un poco más de lado el susurro del oleaje Mediterráneo.
"Amiga" fue otro tema que hizo de anticipo, suena a Los Brincos, a Pekenikes o a Solera. También hay momentos menos elaborados en cuestiones produccionales como la bella "Nostalgia" y sus hermosas armonías vocales a lo Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán. "Desaparecer" es un pop con tintes de vals y también psicodélicos. Tampoco se pierdan gemas donde lo existencialista se une a lo surrealista dando como resultado gemas como "Dios", "Y el mar que se intuye" o "La luz del horizonte" entre otras.
Es posible que esta reseña debiera haber llegado antes, pero ya me parece importante que finalmente esté, y que lo haga antes de que culmine este 2022 un tanto irregular en mi opinión, ya que se agradece escuchar canciones en castellano y opciones que no inciden en lo de siempre y que buscan nuevos conductos de comunicación, aunque sea apelando a divinos fantasmas del pasado.
Página del bandcamp donde se puede escuchar y adquirir en vinilo o descarga digital «Algo» (pinchar).
Reseña publicada el pasado 22 de diciembre de 2022 en el Exile SH Magazine.
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