Sensaciones de delicado y crepuscular acento, medios tiempos que electrifican la dinámica de permanente belleza melódica con sublimes partes de guitarra...
Por Jorge García.
Nunca antes había hablado en Rock and More de Neal Casal. Y el caso no deja de ser curioso pues siento sincera admiración por él, tanto es así que cuando visitó Bilbao acompañando a Chris Robinson en su proyecto Chris Robinson Brotherhood en marzo de 2018 me subí al escenario del Kafe Antzoki donde se encontraba desmontando el equipo para pedirle que se sacase una foto conmigo, esto es algo que prácticamente nunca hago, con Neal Casal no me pude resistir.
Cuando en agosto de 2019 decidió dejar este mundo por voluntad propia, fue un palo, me dio mucha pena. Sentí que se marchaba un músico con una obra que fue llamada a ser gigante y que en cierto modo lo fue, aunque para ser sincero, siento que con su partida quedaba irremediablemente incompleta, inacabada.
El día que presentó en sociedad su disco de debut "Fade away diamond time" en 1995 - disco que yo no conocí hasta varios años después - tengo entendido que los redactores musicales de la época se llevaron las manos a la cabeza a tenor de la grandeza que atesoran esas doce canciones perfectas, íntimas, directas, inspiradas, tradicionales, sangrantes, acariciadoras, sugestivas, orgánicas, eternas...
Con los años, Casal terminó oficiando tanto o más de gregario de grandes nombres de la música que de creador para sí mismo. Ryan Adams, The Cardinals, Lucinda Williams, Jayhawks, Chris Robinson Brotherhood, Beachwood Sparks, GospelbeacH son algunas de las bandas y solistas que han contado con su concurso. Sin duda contribuyó de manera decisiva a la hora de conseguir que todos estos referentes fuesen aún mejores, eso sí, desde la sombra. Sin embargo, un servidor pone bastante en entredicho que alguno de los ídolos mentados tenga en su haber una selección de canciones tan rutilante y sobrecogedora como la que albergan los surcos de "Fade away diamond time".
El productor Jim Scott (Wilco, Tom Petty, Johnny Cash) fue el encargado de cuadrar el puzzle estilístico que sugería tan celestial ramillete de composiciones. Y allí se plantó Casal, en la mansión sita en las colinas de Santa Ynes (California) donde se grabó el álbum, con su 'extraño' talento para dirigir la intención lírica de su voz y el límpido parlamento, concentrado e intenso, de su guitarra. Contó además para inmortalizar estas canciones con músicos de la talla de Don Heffington (batería), Bob Glaub (bajo) o John Ginty (piano, órgano, wurlitzer) más alguna que otra colaboración parcial de nombres incontestables como George Drakoularis o Greig Leisz.
Al arrullo de la música compuesta para la ocasión empiezan a deslizarse e incrustarse en la textura de las canciones influencias rock, country y folk, pronto empezamos a vislumbrar a ciertos fantasmas del pasado: CSN, Neil Young, Eagles, Gene Clark, John Hiatt...
Sensaciones de delicado y crepuscular acento, medios tiempos que electrifican la dinámica de permanente belleza melódica con sublimes partes de guitarra, ortodoxias rock con encendidos soplidos de hammond, alusiones a la nostalgia, la esperanza y la soledad, todo subrayado por la elegancia, la sensibilidad y la magia propia de las grandes citas musicales en formato de grabación.
Como ya hemos comentado más arriba, las canciones son pluscuamperfectas, sin resquicios ni abolladuras. Un disco que se permite dar comienzo con una secuencia formada por cuatro odas al rock y a la guitarra como "Day in the sun", "Maybe California", "Free to go" y "Leaving trances" anula cualquier posibilidad de intromisión crítica en lo referente a su importancia y majestuosidad.
Además, dentro del crisol de detalles, inclinaciones o ascendentes que alumbran todos y cada uno de los temas del disco, nos podemos encontrar con delicias folk donde pianos, armónicas y steel guitars hacen gloriosa aparición como "Bird in hand", "Open ground" o "These days with you"; paisajes sónicos de carretera y horizonte como "Cincinnati Motel" o momentos que parecen haber oficiado de sagrado bautismo sónico para grupos como Drive By Truckers en la enorme "Detroit or Buffalo".
No me quiero alargar más, el resto del tracklist es igualmente impoluto, emocionante e inspirado y no veo necesario ni conveniente resultar redundante. Un disco de esos que en estos tiempos donde se da forma a la verdad absoluta en RRSS y campañas de marketing, siempre al gusto del consumidor, no parece tener cabida ni interesar demasiado.
Quiero con esta reseña recordar un disco descomunal y a un artista que, con pena, siento que dejó cosas sin hacer en este mundo, aunque dejó retazos de genialidad en forma de canciones que pueden competir con los más grandes, botón de muestra inevitable es este genial "Fade away diamond time" y sus casi sesenta minutos de gloriosas canciones.
Uno de mis discos de los noventa y del resto de las décadas.
Yo también descubrí muchos años después de que se editara la existencia de este disco. Es mágico y sublime y el talento que atesoraba el gran Neil no podrá ser olvidado nunca.
ResponderEliminarYo también le vi en esa gira con Chris Robinson . Qué gran talento perdió este mundo.
Un homenaje fantástico a un disco igual de fantástico.
Gracias
Me alegra que te haya gustado la reseña, desde luego es una joya de disco, de esos que sabes que nunca se verán afectados por el paso del tiempo.
EliminarGracias y un saludo.
Quise decir Neal.
ResponderEliminarSorry.
Suscribo todo lo que has escrito sobre esta maravilla. Es un disco mágico donde todo encaja. A reivindicar hasta el fin de los días.
ResponderEliminarDesde luego es un gran disco, uno de mis favoritos de los noventa.
EliminarSaludos y gracias.
Impecable escrito, con la poesía y belleza de mucha de la música que compuso ese ángel, cuyas alas quizás quemándose, lo precipitaron a su silencio definitivo.
ResponderEliminarMuchas gracias, discos como el comentado inspiran incluso al más rudimentario. Saludos.
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