El rock y el punk heredado de The Clash en el núcleo de su propuesta, pero con adiciones jamaicanas y caribeñas...
Por Jorge García.
Hertzainak ha vuelto a los escenarios para decir adios a la parroquia. En realidad hace treinta años que se fueron aunque lo cierto es que nunca les hemos perdido la pista: Txanpi y Kike se fueron a Doctor Deseo, Josu Zabala fundó Gu eta Gutarrak y Zazpi Eskale; en cuanto a Iñaki Gari inició su carrera en solitario.
Pero lo de Hertzainak fue muy fuerte señores. En especial para aquellos que en los ochenta hacíamos valer nuestra adolescencia por las calles de ciertos pasajes de Euskadi como los cascos viejos, las indómitas latitudes rurales de la vieja Euskal Herria o los lugares de encuentro rockero de los más veteranos.
Cuando los de Gasteiz publicaron su primer disco de título homónimo y hoy auténtica joya del rock vasco, íbérico y mundial, un servidor contaba apenas trece años y admito que siento auténtica nostalgia al recordar con una sonrisa dibujada en la comisura de los labios cómo un par de años después, todos los viernes por la tarde cantaba a voz en cuello todas aquellas canciones en el Parque de Doña Casilda con los compañeros del A.E.K., regando notas y textos con néctar de litrona (devolviendo los cascos en el super de Pozas, con el rembolso te llegaba para la última).
Han pasado más de treinta y cinco años desde entonces y de nuevo hago girar aquel álbum que llevaba años durmiendo el sueño de los justos en la estantería y que esta gira de despedida me ha hecho recordar y rescatar de un olvido que jamás fue tal.
Con un posicionamiento sónico, estilístico e ideológico en cuanto a textos de carácter social y político muy firme pero alejado del nihilismo enfurecido propio del Rock Radikal Vasco que entonces agitaba las calles de Euskadi, Hertzainak firmó su legado desde el primer momento destacándose por encima de todos en términos de inspiración y mestizaje, grandeza y como se viene demostrando, durabilidad.
El rock y el punk heredado de The Clash en el núcleo de su propuesta, pero con reggae o ska en encendidas adiciones jamaicanas y caribeñas, fusión social y cultural en un sonido que instantáneamente se convirtió en denominación de origen propia del grupo, y canciones que en su totalidad eran auténticos pelotazos: inflamables unas, ácidas otras, urbanas, callejeras, respondonas... adictivas todas.
Guitarras furiosas de esencia punk y vientos que suenan a Cuba o Jamaica, percusiones que evocan a la misma procedencia, instinto (mucho instinto en esta obra sublime) que empasta Vitoria con Londres, los adoquines mojados de las calles de Euskadi con el aire caliente que dispersan los ventiladores de los techos de las tabernas de Nicaragua, postulados políticos y soflamas internacionalistas, rock and roll y una fe ciega propia de los jóvenes debutantes de la época, todo ello es "Hertzainak", una obra descomunal y ya legendaria.
Y canciones, perdón, himnos, no voy a entrar en más detalles: "Eh Txo!", "Pakean utzi arte", "Kontrola", "Si vis pacen parabelum", "Kamarada", "Ta zer ez da berdin"... Todas ellas suenan hoy en casa y siento que donde de verdad hay que escucharlas para que puedan transmitir todo su mensaje e influjo es en la calle, su verdadera ubicación, donde se entronca su naturaleza, donde de verdad deflagran su verdad, su herejía y su esperanza.
Vinieron más discos, grandes discos, la historia no termina con este homónimo ni mucho menos. Pero me permitirán que hoy me deje llevar por la nostalgia y vuelva a sentir que estas canciones, que esta banda, sigue viviendo en mi y que me hace recordar lo que fui, lo que sé que en cierto modo sigo siendo. En realidad creo que nunca nos despediremos de Hertzainak, al menos yo ni puedo ahora mientras termino esta reseña ni podré hacerlo el próximo 17 de diciembre.
Comentarios
Publicar un comentario