Una veraniega mañana de domingo más con las canciones y los discos como protagonistas. El tiempo transcurre liviano bajo el sol de septiembre y el sonido del equipo insufla de paz y armonía el tedio de estos calurosos meses de rutina y trabajo.
Algunos discos no acusan el paso de las escuchas y cada vez que giran sobre el plato parece que revelan sus inagotables novedades, es como una primera toma de contacto con el punto de no retorno de tu adolescencia.
Puedo decir que afortunadamente no son pocos los álbumes que se han incrustado en mi corazón y que a estas alturas de la película sigo escuchando con idéntico interés e ilusión que cuando los descubrí. Y lo que es mejor, aún sigo descubriendo.
Cuando parece que nada va bien su sonido cura, o por lo menos calma, reinicia, nos devuelve el equilibrio y nos sintoniza con lo que nos rodea: miedos, pensamientos, recuerdos, arrepentimientos, victorias y fracasos... de repente parece que las cosas no van tan mal.
El silencio no es el mejor aliado de la alegría, o eso me parece de un tiempo a esta parte, por eso la música siempre está presente, porque aleja a los enemigos de lo que dibuja sonrisas, provoca emociones o invoca a los sueños quiméricos.
Hoy necesitaba que uno de esos discos girasen y llenasen de magia la mañana dominical y a fe mía que lo está haciendo, vuelvo a convocar a la batalla, a la lucha a favor de la vida y lo hago con mis queridos Led Zeppelin y ese inmortal y siempre poderoso talismán titulado "Whole lotta love".
¡Feliz domingo!
Hoy vas sobre seguro.
ResponderEliminarUn abrazo.
Totalmente Gonzalo, ya sabes lo que siento por esta banda.
EliminarABrazos.