...la producción de Daniel Romano se hace notar, en algunos momentos incluso parece que nos encontrásemos ante alguno de los pelotazos habituales en el geniecillo canadiense...
Por Jorge García.
Hace un tiempo que sufro una progresiva desconexión con alguno de los géneros musicales USA más enraizados, el country es uno de ellos.
Tal vez sea la excesiva oferta de artistas prácticamente clónicos que practican estos géneros y la sobrexposición de todos ellos en la prensa especializada lo que ha causado en mi esta especie de hartazgo, no lo sé.
Pero de vez en cuando aparece un artista, o un disco que aporta algunos matices nuevos al género, y entonces siento renacer aquellos latidos de cuando empezaba a conocer a los clásicos del americana, del bluegras o del country.
A Carson McHone la conocí tras el paso de Daniel Romano por el último Azkena Rock Festival pues aunque no es parte oficial del line-up de su banda de acompañamiento, Daniel Romano’s Outfit, en su última gira ha acompañado al canadiense como parte de su séquito.
No es canadiense, es texana, como marcan los cánones, y con “Still life” son ya tres los discos de larga duración que tiene en su haber más un EP. Hoy vamos a hablar un rato de este “Still life”.
Country sin los elementos redundantes que lo caracterizan, aquí no hay steel guitars, ni banjos, dobros o mandolinas; tampoco feedles o percusiones con cucharas y tablas de lavar la ropa. Digamos que es un country de origen y de vocación, pero con elementos sónicos recogidos del pop o el rock, sin complejos ni envaramientos.
También la producción de Daniel Romano se hace notar, en algunos momentos incluso parece que nos encontrásemos ante alguno de los pelotazos habituales en el geniecillo canadiense, escúchese ese fantástico tema de apertura construido con ácidas guitarras más propias del rock e incluso con protagonismo de vientos y solo de saxo titulado “Hawks don’t share”.
Teclados que se escapan de la lógica del palo estilístico referido, guitarras que de repente arrancan marcando el paso de manera distorsionada, coros y arreglos de cuerda más proclives a un pop de elegante factura y un timbre vocal menos radiante pero más sugerente, tampoco muy afín a la tradición, son elementos que nos posicionan ante un country que a pesar de estas premisas suena a country, pero no al de siempre. Otro poderoso tema como el de título homónimo puede dar una idea más exacta de lo que intento explicar.
También hay instantes donde la lógica tradicional del género se trata de imponer, pero en todo momento proliferan detalles que marcan su territorio, impidiendo que los matices generales se hagan dueños de la situación, esto ocurre con la excelente “Someone else” que cuenta en sus filas con unas teclas y unos coros rebeldes.
Algo similar ocurre con el tercer single del lote, una joyita titulada “Only lovers” en la que la nostalgia empapa un delicioso tema con coros beat y saxo. Aunque debemos ser justos y destacar algún bucólico y tierno momento donde el folk hace crepuscular aparición embelleciendo y tiñendo de autenticidad el panorama, no se pierdan baladas acústicas como “End of the world” donde aparece una emotiva acordeón o la preciosa “Trim the rose” con feliz presencia del piano.
“Fingernail moon” es una balada de atardecer y mecedora con, de nuevo, la acordeón; “Sweet magnolia” se eleva sobre un colchón mullido por las teclas de un piano y dorados arreglos de cuerda; “Folk song” es el tema más típico y tópico del lote; “Spoil on the vine” parece un tema experimental progresivo en la línea de lo que hace la estupenda Habit Hands y “Tried” es un recogido y breve lamento a modo de despedida interpretado con doliente voz.
De vez en cuando me gusta sentir pálpitos juveniles, de los años de descubrimiento y rendición, cuando todo era nuevo y parecía eterno. Este disco de Carson McHone me hace sentir algo de eso, y por ello lo traigo aquí, porque la música también sirve para eso, ¿no?.
Reseña publicada el pasado 2 de julio en el Exile SH Magazine.
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