...irresistible y avasallador viaje a través de los instintos y las células sensitivas, que son excitadas, según se van sucediendo las canciones, hasta alcanzar un estado de frenética actividad emotiva...
Por Jorge García.
Hasta 1989, pudiera parecer que Chris Cacavas era simplemente el teclista de Green on Red. Un gregario de lujo podrá argumentar alguno, y con razón, pero a partir de esa fecha, Cacavas demostraría que era mucho más que eso, a pesar de que mediáticamente no haya recibido el prestigio público que su categoría merece.
Inicia una carrera en solitario que da comienzo con dos notables discos fundamentalmente folk-rock, dentro de unos parámetros alternativos y siguiendo las premisas generales marcadas por aquél movimiento de principios de los ochenta denominado Paisley Underground del que el bueno de Cacavas es parte activa y principal.
Pero es con su tercer lanzamiento donde destapa el tarro de las esencias y plasma un conjunto de canciones absolutamente perfectas y que consolidan un paquete sónico totalmente equilibrado, orgánico y atrozmente bello.
"Pale Blonde Hell" es el título de este irresistible y avasallador viaje a través de los instintos y las células sensitivas, que son excitadas, según se van sucediendo las canciones, hasta alcanzar un estado de frenética actividad emotiva, resultando la escucha del elepé toda una experiencia que ningún amante de la música (en general) debería dejar pasar.
Se rodea de la banda Junkyard Love, con quien ya trabajase en los álbumes anteriores, con la única novedad de la incorporación de Darryl Jensen al bajo en sustitución de Mikey Borens; completa el conjunto el propio Cacavas a la voz solista, teclados y guitarras, Billy Price a la batería y su amigo y soporte imprescindible en este trabajo, John Thoman a la guitarra.
Si en precedentes intentonas la producción había corrido a cargo de su camarada y compañero, el genial Steve Wynn (The Dream Syndicate), para este disco es el propio Chris Cacavas quien se pone al mando de los controles, prueba irrefutable de que tenía las ideas muy claras con respecto a lo que deseaba plasmar en este trabajo.
Aquí hay rock, alternativo pero puro, de textura pulcra pero hiriente, histriónica muchas veces, afilada casi siempre y sin ninguna concesión a la prudencia en cuanto al uso de los decibelios, pero sin distorsiones ni riffs flamígeros o fibrosos.
Con el soporte básico de la acústica, pero con la electricidad de las seis cuerdas aguijoneando - con febril procesión de punteos - el entramado orquestal que soporta el peso de unas melodías pluscuamperfectas, que no preciosistas; y dando impulso a unos textos oscuros y poco dados al optimismo que versan sobre drogas, alcohol, política, racismo o frustración; explotan (literalmente) hasta trece temas que irradian con intensidad y radicalismo la sensación de estar ante algo único y exclusivo al tiempo que desasosegante, verista y profundamente hermoso.
Podría decir, como en otras ocasiones, que este es uno de mis discos de los noventa, pero lo cierto es que en los últimos tiempos me he dado cuenta de que es uno de los discos de mi vida, y no estoy exagerando ni un ápice.
Quiero dedicar esta reseña a mi gran amigo Imanol López, en realidad ha sido él quien me ha empujado hacia este disco que conocía pero no apreciaba por falta de contacto con el mismo, y que me ha proporcionado (tal vez) los mejores momentos musicales que he sentido desde los años en los que la escucha de un disco se vivía con la inocencia juvenil y arribista de cuando pensábamos que los sueños se fabrican para deleite exclusivo y personal de uno.
Eres el mejor con diferencia abismal. Maravilla de post
ResponderEliminarPero mira que eres exagerado Jose. Lo que es una maravilla es el disco, increíble que siga siendo un desconocido para casi todos.
EliminarUn abrazo.