La Excavadora - 'La Excavadora' (2021) - Las cenizas aún calientes.

 

Crítica: La Excavadora - 'La Excavadora' (2021)


...un conglomerado de rock, punk y metal en el que las melodías son protagonistas de excepción, tanto es así que merecen capítulo aparte...

Por Jorge García.


Cuando en 2019 Evaristo resucita a La Polla Records, reconvertida en banda llena estadios y fenómeno sociocultural, santo y seña de una época; su banda de los últimos años, Gatillazo, detiene de manera supuestamente momentánea su actividad.

Mientras el de Salvatierra se sentaba en los sofás de los platós de los late night para contestar a las inspiradas y efímeras preguntas de las estrellas nocturnas de la televisión, recibiendo tratamiento de estrella mediática; tres miembros de Gatillazo: Txiki (guitarra), Angelillo (guitarra) y Buton (bajo) formaban un nuevo proyecto que sería bautizado como La Excavadora.

Se escapaba 2019 y la nueva banda se completaba con la incorporación del vocalista Pela (Sumisión City  Blues, Marky Ramone, Víctimas Club) y el baterista Mikel (Childrain, Vicepresidentes). Juntos empiezan a trabajar con un ramillete de canciones en lo que habría de ser su disco debut.

El Covid retrasó el lanzamiento de este primer intento discográfico, se agotó 2020 y finalmente ve la luz en los primeros compases de 2021, bautizado con el mismo nombre de la formación, a saber qué fue antes: el huevo o la gallina.

El resultado final no podía ser más apabullante. Bien es cierto que el adelanto "Ceniza" ya daba pistas claras de por donde podían ir los tiros, es decir: un conglomerado de rock, punk y metal en el que las melodías son protagonistas de excepción, tanto es así que merecen capítulo aparte, pues difícilmente podrán resistirse los más afines a estos sonidos ante las líneas melódicas que se disparan fluidas y potentes y menos aún ante unos estribillos con vocación de himno, que encima vienen cargados con demoledores textos marca de la casa.

Con el punk un tanto apartado, el rock urbano de carácter social y proletario se hace protagonista del lote. Las guitarras suenan afiladas y fibrosas, la base rítmica es dura y contundente y los coros suenan encendidos y orgullosos en los inflamables y apoteósicos estribillos.

El resultado es un bronco rock de tintes metaleros que parece llevar una tenebrosa carga de nitroglicerina en la mochila, que escupe soflamas nihilistas y exigencias sociales, además de apreciaciones generales y reflexiones nacidas en las aceras salpicadas de lluvia del norte de la península.

Doce temas que no dan tregua, que pelean y no se esconden y que se muestran con la cabeza alta y el rostro crispado bramando su mensaje suburbial.

Significa también, al menos para mi, un viaje a los ochenta, a mi adolescencia, a la auténtica semilla de mi melomanía, al verdadero y seminal yo musical, al chico que sentía la deflagración de esta música amenazando a su corazón en los garitos del Casco Viejo bilbaíno, cuando parecía que podríamos vencer todas las batallas, un disco para resucitar de las cenizas mojadas pero aún calientes. Por todo lo dicho, me permito recomendarlo sin reservas.

Reseña publicada el pasado 12 de febrero en el Exile SH Magazine.

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