Paul Zinnard presenta un disco delicioso en el apartado melódico, y además con una suavidad en el decir sónico que pocas veces se aprecia por estos lares...
Por Jorge García.
Es posible que las cosas ocurran cuando tienen que ocurrir, y no cuando a nosotros nos resulte más cómodo o conveniente.
Y tal vez esta sea la explicación por la cual el artista mallorquín Carlos Oliver, quien se presenta artísticamente como Paul Zinnard, no ha conseguido conquistarme plenamente hasta la publicación de su sexto larga duración "Trance", álbum que lleva días sin parar de sonar en casa y que se está convirtiendo en uno de los discos más celebrados por mi en lo que llevamos de año.
En cualquier caso, también parece que la teoría expuesta en el primer párrafo de esta perorata, se complementa con una segunda que reza: lo que tiene que ocurrir, final e irremediablemente termina por hacerlo.
Digo esto porque estoy disfrutando tanto de las escuchas de "Trance" que este encontronazo parece que por fuerza ha de obedecer a causas relacionadas con los designios del destino (fue my friend Juanjo Mestre quien me metió en canción con este disco, y bien que se lo agradezco).
Paul Zinnard |
Paul Zinnard presenta un cancionero delicioso en el apartado melódico, y además con una suavidad en el decir sónico que pocas veces se aprecia por estos lares. Sin duda la culpa de esta segunda cuestión la tiene la más que solvente formación de la que se ha rodeado, integrada por Patricia de Velasco (guitarra eléctrica y coros), Miguel Morell (bajo), Cristian Chiloé (batería y percusión) y Willie B. Planas (piano y Hammond).
Todos ellos son los responsables de que sienta estas canciones pobladas de pasajes de sentida emotividad e íntimo encanto; que perciba casi físicamente tiernas y delicadas caricias, en especial por parte del bajo y las escobillas y que el conjunto crezca y se recoja en un primor melódico auspiciado por las notas de un piano que parecen estar colocadas por la santa providencia.
Se enmarañan caprichos estilísticos que rondan el folk, pero sin sumergirse en él gracias a las sutiles eléctricas que merodean por los entresijos de la textura sonora de los temas, en connivencia con las teclas de piano y órgano.
Fluyen las canciones recordando los mejores momentos de Tom Petty, el fulgor emotivo del John Hiatt menos soulero y algunos tenues acercamientos al Elliott Murphy de los instantes más bucólicos.
Canciones como "Into your room" dejan una acusada impresión de que hemos escuchado algo importante, sensación que se mantiene y consolida con sucesivas audiciones.
Pero semejantes conclusiones se imponen tras las escuchas de temas tan soberbios como "I was a boy" (por algo decía lo de Hiatt); la melancólica "I wish I could've loved you more"; la chispeante "Satisfaction" o el prometedor adelanto de hace unos meses titulado "Some kind of secret love".
La preciosa balada "My son" es otro momento impagable y decía lo de Elliott Murphy por la maravillosa "Now I know"... y aún hay algo más, y desde luego igual de bueno.
Si ha tenido que ser ahora, tal vez sea por algo, ¿caprichos del destino?. El caso es que estoy disfrutando de un disco que me consta que no me equivocaré si digo que va a sonar mucho en este 2021 que aún está en su primer tercio, y que desde luego recomiendo por doquier y sin ningún tipo de reserva.
Se recomienda visitar la reseña que sobre este mismo trabajo publicó Juanjo Mestre en el Exile SH Magazine.
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