La Gran Esperanza Blanca - Alice Maravilla (2020)

Crítica: La Gran Esperanza Blanca - Alice Maravilla

LGEB sigue demostrando que se puede hacer folk-country-rock a pocos kilometros (no millas) de los humedales de la albufera...


El transcurso de los días, tan parecidos unos a otros, pero con esa invisible cualidad de irrepetibilidad que se esconde, cual chiquilla juguetona a la sombra del burlón tedio que provoca la necesaria rutina, nos crea la falsa percepción de que las cosas realmente no cambian.

Pero si echamos la vista cinco años atrás, que es cuando La Gran Esperanza Blanca alumbró su anterior larga duración, "Tren fantasma" (pinchar), pronto entenderemos que casi la única similitud que encontraremos es la posición física de lo que nos rodea, pero que en realidad, nada es igual, en todo caso, parecido.

Y entiendo que lo mismo ocurre con el nuevo disco de mis amigos de La Gran Esperanza Blanca titulado "Alice Maravilla" y que ha visto la luz hace unas semanas, cinco años después del tren, que no es igual que aquél, en todo caso, parecido.

Siguen provocando las mismas (o parecidas) sensaciones de siempre: de horizontes crepusculares y brisas sobrevolando la pradera, continúan meciendo melodías adormiladas a los sones de acústicas, aullidos de violines y steels, y la voz cercana y honrada de Cisco Fran.



LGEB sigue demostrando que se puede hacer folk-country-rock a pocos kilometros (no millas) de los humedales de la albufera, no es el de los aledaños de Nueva Orleans el único pantano que provoca melodías, como tampoco el Mississippi es el único río capaz de inspirar música de raíz, el Turia también transporta la magia necesaria para que se oficie el milagro de inspirar cuentos y leyendas al son del folk y el country y el rock.

Pero en cambio no es lo mismo de siempre: "Alice Maravilla" no es "Tren fantasma", es otra cosa. Permítanme que no lo explique, es que no puedo, no sé. Lo que sí les puedo decir es que los cinco años que han transcurrido están reflejados en las letras y las corcheas de este nuevo y hermoso disco.

La esencia genuina de la banda se recoge en "Paterson" - la ciudad del huracán - que abre el álbum dejando claro que LGEB ha vuelto por sus fueros. A partir de ahí se suceden sentimientos expresados en la voz, las guitarras y los ritmos pausados y encontradizos, historias susurradas al abrigo del "Solsticio" con su carga de hechicería, cabalgadas en esencias countries en la estupenda "Un gorrión en Nashville" o vueltas al hogar sónico con coplas marca de la casa como "Desmayados", "Calor" con ese vívido cosquilleo country o el single quejumbroso y nocturno que sirvió de adelanto promocional titulado "Unas cervezas y una calle desierta".

Debo admitir que en este trabajo me atrapan de manera especial los temas más íntimos y suaves como "La piel es una", la preciosa, romántica y narrativa "Sin respirar" o un viejo conocido como ese canto a la amistad que es "Nuestra amistad" que un servidor escuchó por vez primera en Valencia, en el concierto que conmemoraba los treinta años del grupo.



Aunque deseo terminar este recorrido por "Alice Maravilla" con dos temas que me gustan especialmente, aunque por motivos diferentes, en primer lugar la canción que da título al elepé y en segundo término el reflexivo canto a la vida que es "Fugaz", tal vez el momento que más me afecta.

Los años pasan, eso no hay manera de evitarlo, y aunque pensemos que somos los mismos, lo cierto es que no, somos cinco años diferentes. Pero hay algo que puedo asegurar que no cambia, las sensaciones hermosas que provocan las canciones de La Gran Esperanza Blanca. Alcemos la vista, oteemos el horizonte y disfrutemos de la misteriosa brujería del solsticio en los días de calor, para conservar siempre nuestra amistad, ya que un día, casi sin respirar, nos daremos cuenta de que la vida es demasiado fugaz.

Se recomienda visitar la reseña que sobre este mismo disco publicó Juanjo Mestre en el Exile SH Magazine.

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