No se esconden y desde el primer instante dejan constancia de sus influencias y del objetivo que persiguen... |
Es posible que el disco que la banda holandesa Lewsberg publicó durante la primavera pasada no sea un producto apto para todos los públicos, sino más bien para algunos especímenes con ciertas sonoridades e influencias incrustadas en su ADN musical. Por todo ello, es posible que a muchos "In this house", que es el título de este álbum, les pueda resultar un disco plano y ceñido a unos sonidos esculpidos por otros; y que entiendan que en el presente catálogo los nórdicos se limitan a reproducir y repetir coordenadas y escalas como papagayos.
Pero, ¿qué es lo que ocurre si este disco tropieza con uno de esos sujetos envenenados por las mismas aguas con las que hacen gárgaras estos tipos?
Pues que será difícil que no se establezca una conexión intuitiva y visceral, que explote en un estado de convivencia musical cuasi erótica, resultando de la misma un acto coital sónico que sea disfrutado con lujuria y glotonería por este escuchador empecinado e incapaz de contener una excitación mecánica ante ciertos sonidos, texturas y atmósferas acaecidas a partir de la segunda mitad de los sesenta por unos tales Lou Reed, John Cale, Nico, Maureen Tucker...
Y es que al fin y al cabo, son muchas las criaturas que siguen orando, entregadas a las diatribas musicales que se desprenden de las coordenadas sonoras y psicológicas recogidas en la claustrofóbica y agobiante ceremonia underground que tuvo como homilía el discurso místico y maldito que dejó para la posteridad la sublime obra de la Velvet Underground.
Y esta banda neerlandesa no hace otra cosa que evangelizar, con esa doctrina por testamento de su fe, en este nuevo milenio, loando por el milagro que a muchos nos libere de reagettones, traps y otras hordas de infieles venidas desde el inframundo musical.
No se esconden y desde el primer instante dejan constancia de sus influencias y del objetivo que persiguen: no hay ningún tipo de especulación en lo que practica este cuarteto, que además inunda sus repetitivas y sincopadas construcciones sónicas con textos repletos de existencialismo y humor negro.
Difícilmente podemos separar las partes de un todo que se presenta sólido y compacto en cuanto a su edificación. Pero esto no quita que dentro de la simétrica, aunque un poco repetitiva estructura de la música de los de Rotterdam, no se puedan destacar momentos especialmente conseguidos como la machacona y rotativa narrativa envuelta en un riff insistente y plúmbeo que abre el disco: "Left turn".
Coplas más retorcidas, sesenteras y puramente velvetianas como "Cold light of day"; tonadas trasladadas a los setenta y a la casuística de Lou Reed en "From never to one" o reflexivas baladas de tono pesaroso como "Jacob's garden" interpretada por la bajista Shalita Dietrich, son también instantes notables de este disco no acto para todos los públicos, pero que interesará a los más enraizados fans de la Velvet Underground y a aquellos que sigan los pasos que marcan sus sagradas escrituras (siempre marcando unas evidentes y kilométricas distancias).
Reseña publicada el pasado 10 de mayo en el Exile SH Magazine.
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