The Replacements - Let it be (1984) - Mis discos de los ochenta


"Let it be" es un brillante disco de rock, repleto de ínfulas de actitud alternativa, con reminiscencias de un punk...


En 1984 The Replacements lanzan "Let it be", su tercer disco y como ha demostrado el paso del tiempo, el más popular que publicase nunca la banda de Minnesota.

Con "Let it be" el grupo afronta nuevos retos sónicos y estilísticos, encaminan sus pasos hacia un sonido menos rugoso y pesado, buscan más matices y pierden en fiereza, o tal vez lo que hacen es encauzarla dentro de unos parámetros más amplios .

Con todo ello, "Let it be" es un disco más versátil que las dos referencias precedentes, más amplio y expansivo sónicamente y con una importante progresión en lo referente a los textos, que se muestran más afilados y trascendentes.

Cierto que pierde en fiereza y aceleración, pero aquí descubrimos una capacidad milagrosa para la composición de melodías por parte de Paul Westerberg, que también parece encontrar resortes hasta entonces ocultos a la hora de cantar, con más intencionalidad y utilizando una paleta de colores más amplia.

"Let it be" es un brillante disco de rock, repleto de ínfulas de actitud alternativa, con reminiscencias de un punk ya caduco en los mercados, pero que dejaba la marca de su paso por el mundo unos años antes en el sonido de muchos grupos ochenteros, entre ellos Replacements, que lo aplican con más asiduidad y de forma más obvia en sus primeros discos, pero que aún asoma la patita en este tercer intento, mostrándose capaz de compartir espacio con el rock menos nihilista e incluso con el pop de guitarras.

Siguen estas sonando furibundas, así como los estribillos, sucios y rotundos del pasado, siguen tronando en joyas como "Black diamond", poderoso tema, versión de un viejo himno de los neoyorquinos Kiss, que eterniza el sonido hard de los ochenta de manera ejemplar y brillante.

Pero también encontramos en "Let it be" piezas de orfebrería melódica, radiantes guitarras y redondez lírica que acaricia al pop como "Unsatisfied".

Tal vez estas sean las dos caras de la nueva moneda acuñada por Westerberg y los suyos en 1984, pero lo cierto es que estamos tratando con un disco que no tiene momentos bajos y que el equilibrio se consigue a base a una venturosa sucesión de magníficas canciones.

"I will dare" da la campanada sónica con un sonido desprovisto de distorsión, "Favorite thing" en cambio se retuerce en la actitud indómita de melodía, voz, base rítmica y guitarras, que se unen para rockear de lo lindo.

Punk y anarquía sónica en la magnífica "We're comin' out" y sus guitarras desquiciadas; en cambio "Tommy gets his tonsils out" camina por territorios más emancipados en las melodías, aunque las distorsiones tienen una gran enjundia y el estribillo llama a la reacción.



En "Androgynous" aparecen las teclas del piano, ejemplificando el cambio habido en este disco como no lo hace ningún otro corte. Ya en la segunda cara volvemos a vibrar con la intensidad de la electricidad y la aceleración con temas como "Gary's got a boner".

Quedan dos temas luminosos y menos acerados, pero excelentes y diferentes entre sí, para cerrar el disco: la íntima "Sixteen blue" y la rutilante "Answering machine".

Hacía tiempo que no escuchaba este imprescindible ochentero y me congratula comprobar que el tiempo no afecta a su esencia y que sigue sonando moderno pero clásico, enérgico pero preciosista, que sigue siendo, en definitiva, uno de mis discos de los ochenta.

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