Ben Caplan - "Old stock" (2018).


Me resulta imposible que el canadiense Ben Caplan me caiga mal, de hecho me cae fenomenal. Artista multidisciplinar, único y osado en todas las disciplinas en las que actúa y que desde el año 2015 no nos ofrecía ningún trabajo discográfico.
Este 2018 ha aprovechado la historia de una obra de teatro titulada "Old stock: A refugee love story", escrita por el propio Caplan junto a Hanna Moskovitch y Christian Barry, para musicalizar y entregarla en trece canciones dentro un disco conceptual al que ha llamado "Old stock".
En él se nos narra la historia de dos refugiados rumanos judíos que llegan a Canadá a principios del pasado siglo.
Y por supuesto lo que el disco ofrece es un conglomerado estilístico de difícil descripción. El folk que empapa, espiritualmente, la concepción sónica del disco acepta aportaciones diversas, y todas enriquecedoras, aunque alejadas de ortodoxias o modas de actualidad.
Se entrometen bases del lirismo nómada aplicable a los trovadores del pasado, y un mantra trashumante en la silvestría de muchos temas, que posee un encanto que más allá de parecer un simple revival se empotra en una espiral de libertad estilística donde todo tiene cabida: el vozarrón de Ben con arraigo en la música de raíz americana, la energía popular y juglar del viejo continente con adición de todo tipo de instrumentos: clarinetes, violines, acordeones, diversos elementos de cuerda y una esencia teatral que empapa todo el conjunto.
El sentido teatral es total y goza de absoluta barra libre en cuanto a derroche de imaginación y temáticas. El ejercicio narrativo cuenta con dos entreactos con sendos recitativos, como corresponde a una buena obra teatral, e incluso podemos asistir a una boda musical judía, que perfectamente puede servir como ejemplo de la naturaleza del trabajo.



Se entremezclan diversas resonancias vodevilescas, en la tónica del Tom Waits ochentero, también ecos pantanosos y souleros y mucho blues del que discurre a la orilla del Mississippi, aunque no es un trabajo que se rinda ante catalogaciones ni etiquetas.
No es la emoción un sentimiento que se mantenga alejado del oyente de "Old stock", y ocasionalmente la inercia de la música arrastra biorritmos y latidos, que se dejan llevar hacia las lindes del goce y el frenesí teatral y callejero.
En resumen, y sin entrar en disecciones meticulosas por temas, pues el álbum es importante dejar claro que es un todo, un concepto, la escucha no deja de ser una aventura, un viaje hacia donde la imaginación de cada cual quiera tomar tierra, y si el ensamble es venturoso, un episodio diferente y gozoso, un disco tan indescriptible como absorbente, cautivador y fuertemente exuberante.


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