Algún compañero del curro me tacha de raro, extraño, intenso e incluso pedante (seguro que hay cosas peores), me consta, y la verdad es que me la trae al fresco.
Saben de mi afición por la música, el teatro, la pintura, la historia, la ópera, el cine, la literatura... Lo que se dice un autentico 'bicho raro'; - "¿En serio no sabes con quien juega el Athletic el domingo?".
Aunque no se trate de buscar culpables, mucho me temo que las malas compañías de las que me rodeé en mi infancia, marcaron el devenir de mi estrafalaria personalidad, ya sabéis: "la infancia es la verdadera patria del hombre" (Rainer Maria Rilke).
El caso es que entre unos y otros me metieron en este lío. Cuando era jovencito me empezaron a entusiasmar los libros. En alguna ocasión me han comentado mis padres que incluso antes de aprender a leer me podía pasar horas jugando con ellos. Los miraba y pasaba sus páginas, en silencio y muy atento a sus ilustraciones. "Parecía que estabas deseando saber lo que contaban aquellos cuentos de hadas", me ha repetido mi madre muchas veces.
Lo cierto es que pronto empecé a interesarme por los libros. No recuerdo cuando fue, siempre me recuerdo a mi mismo leyendo.
Nunca perdonaré a mi hermano que destrozase unos libros ilustrados como comics de obras literarias clásicas que adoraba. Aquellos comics (en realidad eran comics) fueron las primeras lecturas que recuerdo. El cabrón del pequeñajo se los cargó todos: "Don Quijote", "Los Tres Mosqueteros" (allí se cimentó mi adoración eterna por esta obra), "La Flecha Negra"...
Pronto llegaron los libros de "Los Cinco" y "Los Hollister". Después Julio Verne, Salgari, Karl May... La adolescencia trajo la inquietud y el morbo: Tolkien para el verano y para fantasear. "El Principito" para soñar y entender (o todo lo contrario). Y la curiosidad mató al gato: Sade, Masoch, "El amante de lady Chatterley"...
Esta afición por los libros propició que los comics, a los que tan apegados están muchos de mis contemporáneos y multitud de amigos, pasasen de largo en mi juventud, tan solo "Jabato" y "El capitán Trueno" consiguieron que consumiese horas con ellos.
Llegaba el momento de iniciar otra etapa. ¿Qué leer?, había consumido unos cuantos cartuchos, empezaba a amar la literatura de las generaciones españolas del siglo XX (en el que aún me encontraba), clasicos como Dickens, Hugo o Scott, entonces apareció Begoña.
Desde mis dieciséis o diecisiete años, Begoña me parecía un mujer con gran experiencia, sabia, madura y con unos cuantos años que habían llenado su cuerpo y alma de experiencias. Era la bibliotecaria del centro de cultura de San Adrián. Creo que debía tener unos treinta, en fin.
Aquél verano no tenía muy claro que leer, ya había fulminado "El señor de los anillos" y "El hobbit" el año anterior, y "La historia interminable" me parecía una etapa definitivamente superada. Tocaba hacerse mayor (quién me diría a mi que Pio era propio de jovenzuelos).
Quiso el destino que en plena eclosión de la novela negra en mi vida, apareciese él.
- ¿Has leído a Eduardo Mendoza? - me soltó Begoña.
- No, ni idea.
- Pues no se hable más, te va a encantar.
- ¿Cuál me llevo? - pregunté un tanto cándido frente a los cinco ejemplares que se alineaban, con aspecto de haber resistido ya muchas lecturas, en el estante más pegado al suelo del armario del fondo.
- Mi favorito es este. Llévatelo, me lo traerás en tres o cuatro días, estoy segura.
Cuarenta y ocho horas después estaba en la biblioteca a primera hora con "El misterio de la cripta embrujada" en la mano, devorado en una noche y un ratito durante la hora de la siesta, deseando tener entre mis fauces más historias de ese Mendoza que había llegado a mi vida para quedarse.
"El laberinto de las aceitunas" y "La verdad sobre el Caso Savolta" fueron los siguientes.
"La ciudad de los prodigios" es uno de los libros de mi vida, la historia de Onofre Bouvila me enseño tanto sobre el ser humano y sus motivaciones, sus derrotas maquilladas de victoria y sus felicidades cautivas de uno mismo. Las realidades intrínsecas que escondemos y nos hacen cobardes furtivos de nosotros mismos. La miseria y la pobreza que juegan en el mismo tablero oscuro y de espaldas a Dios, ¡¡¡adoro esta novela!!!.
Es el libro que más me gusta regalar, así que creo que lo he comprado una docena de veces.
Compré por primera vez un libro suyo recién publicado en el 91: "Sin noticias de Gurb". Poco a poco he ido incorporando a don Eduardo a mi cotidianidad. Humano, irónico, aparentemente inofensivo, entrañable, sabio, agudo, afilado, cariñoso, rudo, delicado, transgresor, generoso, imaginativo, vacilón... un genio.
Normalmente paso de los premios. Por algún motivo no me fío de ellos, y mucho menos de los tipos que los dan. Pero que contento me sentía el otro día, cuando Eduardo se infiltró entre esa fauna que se le acercó a sacarse fotos con el Premio Cervantes, y sonriendo, y siendo Mendoza recogía el galardón más importante de las letras españolas.
El día que Eduardo Mendoza llegó a mi vida, fue un gran día. Una mañana de julio de 1988,
¿Sabéis qué?, creo que soy amiguete de un Premio Cervantes.
¡Ah, los libros!, no hay (salvo el tibio seno femenino) mejor peso entre las manos. También soy admirador de Mendoza, me parece un gran escritor, mejor aun, un gran novelista. Esa "La ciudad de los prodigios" es, como su mismo nombre indica, un prodigioso libro, para mí su mejor obra. Y un bien por su premio Cervantes, merecidísimo.
ResponderEliminarAbrazos,
JdG
Los libros son artilugios maravillosos, tienen una vida dentro que hay que buscar, no te viene entregada de manera fácil, lo que les hace más maravillosos, esta cualidad cronológica te permite formar parte de su magia y su vida.
EliminarDesde luego adoro a Meendoza y "La ciudad de los prodigios" coincido en que es su mejor obra.
Un abrazo.
Mi vida también ha transcurrido emtre libros, Addi, me veo muy reflejado en tu texto. Mendoza es un escritor excelente, el autor que más he leído. Como Javier y tú, "La ciudad de los prodigios" me parece su mejor novela, pero siempre me gusta reivindicar "El año del diluvio", un libro maravilloso.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es un escritor excelente y un tipo genial. Los libros son parte imprescindible de mi vida, tanto como los discos.
EliminarCreo que casi todo el mundo está de acuerdo en lo de "La ciudad de los prodigios".
Un abrazo.