Carta a mis buenos amigos...La vuelta a casa. - Las noches de insomnio de Addi.


Era como si los baches de la carretera agitasen aún más la amalgama de sentimientos y recuerdos todavía frescos y efervescentes del fin de semana. Un ronquido, leve, incluso sensual en el asiento del copiloto daba fe del cansancio que vencía finalmente a la euforia, ya agotada hasta la última gota, derramada sobre el colchón, arrojada unas horas antes por el desagüe de la ducha. Las ventanas del hostal daban a un patio interior.

La vida galopaba como un jinete vampiro en busca del amanecer, deseoso de conocerlo a pesar de suponer el fin, confiado que en su condición vencerá al destino...la juventud no necesitaba silla de montar y a pelo la sensación es más intensa, el amanecer llegará y con él, a pesar de la intrepidez del caballero y el corcel, llegará el fin, la vida desmontará y hará el resto del camino a pie.

El sol se colaba cual ladrón en el coche, golpeaba los ojos cansados de no dormir, rellenos de visiones iluminadas por los focos, agotados de buscar segundos que mandar a la epidermis, al corazón. El sudor recorría la espalda, empapando la camiseta adquirida unas horas antes, Neil Young aún blandía su Old Black en el pecho, empapado y salado, el viejo Xsara no tenía aire acondicionado.

Saltaba la cinta en el casette del coche, ella se despertaba y sonreía, - ¿dónde estamos?, el sol arrugaba aquellos ojos verdes, - Aún lejos.

Sus dedos, con el esmalte roto en las uñas cortas, casi infantiles, dan la vuelta al casette, suena "Rockin' in the free world".



La gasolinera, en medio de la nada, parecía como un reducto de vida tras el apocalipsis, fantasmagórica y ardiente, el verano no tenía clemencia con los kamikazes, felices de vaciar la juventud, de agotar en el asiento de atrás las últimas reservas de locura, de despótica felicidad.

Mientras se consumían los kilómetros, el hambre se hacía más real, la bola de excesos que parecía haberse quedado a vivir en la boca del estomago se difuminaba a golpe de carcajada, de recuerdos que por su inmediatez no merecían tal nombre, su rodilla era la tierra prometida para mis manos, el sol acariciaba su piel haciéndola parecer un desierto de otro planeta, de otra dimensión.

Cuando lo importante es vivir, sentir, buscar el contacto brusco, cual baile de ska, con las experiencias, un sandwich empaquetado puede ser un manjar, no tiene importancia qué se come, si con quién, no tiene importancia dónde, sí con quién, no tiene importancia el mundo, sí sus ojos, sí la canción que escupe el radio cassette...


Las nubes negras y cargadas de lluvia en el horizonte cercano nos decían que llegábamos a casa, la tristeza toma el relevo, ¿se puede tener nostalgia de lo que ha ocurrido hace apenas unas horas?...si, se puede. ¿Se puede tener nostalgia de lo que ocurrió hace una eternidad?...si, se puede...tal vez se debe.

Hoy me he sentado y he escrito una carta a mis amigos, a mis buenos amigos...volvíamos de ver a Neil.


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