Sufjan Stevens - "Eugene", como un grito de horrible belleza en medio de la noche


Eugene es un lugar sito en Oregon donde el joven Sufjan Stevens pasaba sus veranos, allí nos transportan de forma metafísica las primeras estrofas de este tema, poco a poco el tiempo, que pasa a toda velocidad por las cuerdas de la guitarra como si de un tren mono-raíl se tratase nos sitúa en el fallecimiento de la madre de Sufjan, termina este viaje musco-temporal en un presente dominado por la tristeza que provoca el recuerdo, la depresión de lo que se queda sin hacer, sin decir...la pena de lo que ya no volverá, aunque Eugene siga allí, en Oregon, Sufjan ya no pisará su tierra con la misma firmeza, con la misma vida y luz en la mirada...y él lo sabe.
Estados de depresión que se mezclan con el dolor, la dama de blanco arrebatando el aliento a los que se quiere, el recuerdo de un tiempo en el que el pasado aún no imponía leyes ni condiciones, y el futuro era un túnel al que aún no se le vislumbraba la luz de la salida y no provocaba temor ni sugería cuentas atrás en torno a la duración del trayecto, pánico al momento cada vez mas cercano de alcanzar la luz.


Pueden parecer sentimientos oscuros, envueltos en la niebla de la pesadumbre, pudriéndose y desprendiendo la peste del desconsuelo, el hedor de lo irremediable, el ácido gas venenoso de lo que se teme por resultar desconocido y que provoca picor en ojos y cosquilleos en tripas.

Sufjan canta a todo esto posiblemente para espantarlo, para alejarlo...no se si lo consigue, lo que si sé es que esta noche, en la soledad de la guardia nocturna, con el cuadro de control ante mi, frió, con multitud de luces que no iluminan nada que no sea la normalidad del mecanismo interno insensible y abstraído de vida, cuando los minutos de van desplomando como la mermelada cae, viscosa, a duras penas, lentamente por el borde de la cuchara olvidada tras el desayuno, en esas horas en las que los pájaros del monte duermen, el río parece haber postergado su discurso para cuando el sol ilumine el brillo de sus labios de agua dulce, de pronto el viento sacude las ramas de los árboles causando caricias, el sexo de la naturaleza ante mi sin sentir pudor...en la soledad que impone la oscuridad y el temor, soledad a cambio de euros...en esos momentos de silencio, siempre tan asociado a la mentada soledad, esta noche, una más, como cualquier otra...¡no!!! como cualquier otra no, esta noche el radio cd que siempre suena tan mal, ha repetido una y otra vez, con voz limpia las penas, los recuerdos y la depresión de Sufjan Stevens, gritándolas al mundo dormido de la madrugada, consiguiendo que mis minutos, esos de confitura de melocotón, vuelen, que fuesen como agua desprendiéndose por el interior de una cueva en madrugadas de deshielo, que el silencio se parta en dos, atravesado su corazón despiadado por la voz y la guitarra de Stevens, que la belleza, la horrible belleza de tan dolorosos sentimientos se travista de belleza para gritar en medio de la noche que aún estamos vivos, que saldrá el sol y que merece la pena poner la epidermis a merced del mundo, aunque solo sea por llorar bajo el influjo mágico y hermoso de canciones como "Eugene", para estremecer corazones ensordecidos por el chillido de horrible belleza que en medio de la noche, que esta noche ha provocado esta belleza sin par que habla del mundo, de la vida, la única que tenemos.



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