"Ninguna voz divina la tormenta aplacaba
ninguna luz propicia brillaba entre las olas
y cuando toda ayuda eficaz nos faltaba
perecíamos a solas.
Pero yo bajo aguas mas iracundas
y sumergido en simas mas profundas..."
Estos versos del británico William Cowper siempre me han producido una especie de presión de angustia y congoja en el corazón. Un sentimiento de oscuridad y recreo en el sufrimiento propio, como la auto-contemplación de una desesperanzada pérdida de ganas de seguir adelante, una vez perdido, o creído haber perdido todo.
En cambio también me ha parecido siempre descubrir una sombra de belleza entre tanto dolor como el que irradia el poema. Como si en la auto destrucción hubiese una suerte de romántica beldad, una sutil y escondida evocación de hermosura: La belleza del horror.
Y algo así es lo que mi interior detecta en cada escucha de “Berlin”: una belleza que intenta filtrar parte de su verdad entre el cargado y nebuloso ambiente de las calles tóxicas e infectadas por las que desfilan los enfermizos personajes que Reed nos presenta en esta cruda y mortecina historia de dolor y perdición.
“Berlin” es, como sin duda todos sabéis, un disco conceptual en el cual el de Conney Island nos arrastra, prendidas sus garras de nuestros sangrantes corazones, por las tortuosas vivencias de dos seres, habitantes de un submundo contaminado por la degradación humana más febril y dolorosa. Por medio de su angustiosa historia nos vemos envueltos, “gracias” a la decadente textura de la música de Reed, en sobrecogedores pasajes sónicos que derraman violencia, sadismo existencial, adicciones, y también romanticismo.
Se trata de la historia de amor entre una prostituta alemana llamada Caroline y un norteamericano yonqui de nombre, Jim.
Estos nos abandonan en su zigzagueante devenir vital en decadentes ambientes, pútridos cabarets y húmedas aceras en las que las bacterias propiciadoras del dolor se mezclan con las portadoras del horror, para trepar hasta las almas de los que han perdido la esperanza y con ella las defensas contra tan despiadados virus.
Y para conseguirlo Lou se traslada a Londres y allí deja fluir todo su veneno underground, su poesía maldita y entregada a la desesperación en diez temas de tenues melodías donde se confunden los sonidos jazzisticos con la música cabaretera más sucia y barata. Los ritmos rockeros de enfermizo palpito con las sonoridades orquestales de musical años treinta, y todo cobijado en un manto de sobrecogedor pesimismo y decadente existencialismo.
Se rodea de músicos de excepción que logran recoger todas y cada una de las enfermas sensaciones que invaden el alma de cada corte, a cual más oscuro y más bello, más profundo y más agorero, para crear un disco absolutamente imperecedero, donde el horror es el protagonista, el horror humano, pero con esa luz lejana y divina -como la que buscaba Cowper en su poema- de belleza. Un disco que se resume en la mencionada frase: La Belleza del Horror.
Jack Bruce al bajo, Steve Winwood a los teclados o Aynsler Dumbar a la batería son algunos de los nombres de excepción, profesores que ponen su talento indiscutible al servicio de las tétricas y bellas melodías que el neoyorkino recoge de su alma maldita para plasmarlas, bajo la excepcional y realista -cual film de Murneau- producción de Bob Ezrin.
Todo está en sintonía con la desesperación reinante en la existencia de Caroline y Jim. Desde la emocionante presentación de la prostituta en la fina “Lady Day” y del yonki en la álgida “Man of Good Fortune”, hasta las patéticas y estremecedoras “Caroline Says II” o la terrorífica y escalofriante “The Kids”, de subyugante final con el desgarrador llanto de un bebé que le pone el corazón en un puño al más acerado oyente.
Poderosas instrumentaciones vodevilescas en “How Do You Think It Feels” y “Oh Jim”. Sin olvidar la escalofriante “The Bend”, evocando el suicidio de la protagonista y el deslumbrante y brillante final con la soberbia “Sad Song”, la cual da fin a esta desesperada semblanza al amor, pero al amor psicótico, al amor extremo y tóxico; y al desprecio, al desprecio a la vida. Se trata en definitiva del retrato oscuro y derrotista a la no creencia en la posibilidad de redención, a la renuncia a la búsqueda de la esperanza, y de fondo, la belleza, la belleza que se encuentra en el interior del hombre, por muy negra que sea su existencia y por muy doloroso que sea su sentir, la belleza que sin embargo no logra salvar a Caroline y Jim.
Sirva el comentario emocionante de esta obra maestra total y absoluta para rendir homenaje al gran Lou Reed, mis amigos y colegas de la blogosfera han dicho tanto, y tan atinado sobre el poeta de la oscuridad que ya no me queda nada más que añadir.Hasta la próxima!!!
Como todos los jueves os recuerdo qua ayer miercoles aparece la reseña del jueves en el fabuloso ZRS, si os interesa leerla alli solo tenéis que pinchar aquí, darse una vuelta por ZRS, siempre merece la pena, os lo aseguro.
Como todos los jueves os recuerdo qua ayer miercoles aparece la reseña del jueves en el fabuloso ZRS, si os interesa leerla alli solo tenéis que pinchar aquí, darse una vuelta por ZRS, siempre merece la pena, os lo aseguro.
Genial Post para un genial disco de un genial artista. Sabes que es mi disco favorito de Lou. Un abrazo Addi!
ResponderEliminarNiko: Claro que lo sé amigo, recuerda que raro es el día que no me pego mi vueltecita por la isla de mi marciano favorito...
ResponderEliminarAbrazo y buen finde...
Hay veces que me emocionan mucho tus textos, Addison, pero aquí te has superado. La belleza de la que hablas ha pasado de "Berlin" a tu pluma para que nos cuentes tan extraordinario disco de Lou Reed. Nos hacemos viejo, amigo mío, pero ahí seguimos intentándolo; intentando seguir vivos a pesar del mundo. Gracias.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gran post sobre un gran disco. La creatividad siempre fue una constante en la carrera de Lou, y en Berlin hay mucha, tanta como dolor y belleza.
ResponderEliminarSaludos.
Enorme post, enorme homenaje, mi gran friend, que denota una especial sensibilidad, algo que ya sabía. Además complemente las muchas veces en estas fechas que estoy escuchando esta obra maestra. Fuerte abrazo.
ResponderEliminarGonzalo:Gracias amigo mio, mis textos te gustan porque a la buena gente que quiere a los suyos la amistad hace verlo todo desde un prisma de cojonudismo humano que es lo que carazteriza al personal que por aquí os soléis pasar a charlar un rato, de todas maneras muchas gracias...escribir...¿quién fué a hablar???jajajaja
ResponderEliminarDe viejos nada, y lo que nos queda por aguantar, y los riffs de The Kinks que nos quedan por bailar tío jajaja
Un fuerte abrazo y feliz domingo.
Gonzalo (otro): Este disco lo tiene todo como dices, creatividad , belleza y también dolor...un disco arrebatador una POM.
Gracias por pasarte, buen domingo.
Johnny: Es genial este disco, y recordarlo un ejercicio de sensibilidad y un poco de valentía. No pensaba escribir nada sobre Lou, pero por suerte el compañero Angel me lo sugirio para ZRS y al final me he alegrado de hacerlo.
Un fuerte abrazo y que paseís un buen domingo Johnny.