Melodrama común desencajado (II)


Un lunes de octubre de 2015, 10:30 horas (3 días después de la noche de autos).

Al salir del baño Martina tropezó con Esteban, era el empleado más veterano del departamento y todos le querían, era un estupendo compañero tanto en lo profesional como en lo personal, según se comentaba se jubilaría a final de año, un gran tipo al que todos iban a echar de menos.
- Martina guapa, ¿te encuentras bien? - Sin duda advirtió que había estado llorando en el lavabo, Martina repitió la misma perorata por tercera vez aquella mañana - No Esteban, la verdad es que he pasado un mal fin de semana, no he pegado ojo, creo que se trata de una indigestión, quizás no debería haber venido a trabajar, pero no es nada gracias - espetó la explicación de forma mecánica y poco creíble, remató la conversación con un intento de sonrisa que seguramente no convenció al querido Esteban, y volvió a su mesa.
En su cubículo seguían los mismos documentos que había extraído de la bandeja de pendientes hacía hora y media, tomó el móvil que estaba cargándose y lo miró con la esperanza de que alguno de los más de 30 wasaps enviados desde el viernes hubiese sido contestado, tal vez había llamado o mandado un SMS...no era así, entro en la bandeja de conversaciones y allí seguian todas las desesperadas súplicas para propiciar un encuentro, todos los agónicos intentos de que le fuese permitida una explicación que no existía. Maldecía al genio que había inventado la maldita rayita azul que indicaba que los mensajes habían sido leídos, no sabía el brillante ejecutivo el daño que podía hacer aquel invento, todos los mensajes lucían las dos señales de enviado y recibido, pero en ninguno de aquellos signos había sido teñido de azul.
Intentó despistar la amargura con el trabajo pendiente, no era poco, aunque era una labor rutinaria y mecánica, aburrida. Sin prestar demasiada atención a lo que hacía fue despachando altas y confirmaciones en el ordenador, continuaba el dolor en el vientre y el mal sabor de boca, la resaca tampoco ayudaba y el cansancio se reflejaba en el rostro, apenas había dormido en las últimas tres noches.
Mientras trabajaba volvió a recordar como empezó todo, el viernes, más o menos a aquella misma hora, con una llamada a Carol, su amiga del instituto, casi su hermana, su compañera de correrías adolescentes, la que la cuidó en su primera borrachera y con la que las derrotas dolían la mitad, pues siempre estaba dispuesta a quedarse con la mitad de la pena, la querida y alocada Carol...
- Hola chica, ¿qué tal va esa vida?, desde que eres esposa y madre estas muy cara de ver - En la voz de su amiga se reconoció la alegría que le produjo la llamada, - Esta noche estoy sola, Uli se va a Sevilla por no se qué del bufete y no vuelve hasta mañana, había pensado que podíamos quedar, llamamos a Sara y a Bea y nos vamos a cenar por ahí, hace siglos que no salimos las cuatro a quemar la ciudad como antiguamente. - Carol protestó, puso a los niños como escusa, aunque desde el primer segundo Martina se dio cuenta de que estaba encantada con la idea y que solo era cuestión de insistir un poco para que accediese de buena gana, Raúl se podía quedar con los pequeños - Mira tía, ya solo quedamos en plan parejas, toca una salida de chicas, nos ponemos al día, damos buena cuenta de los defectos de nuestros hombres y luego nos tomamos unos combinados de colores disparatados, ¡anímate! -. En poco más de media hora las cuatro amigas habían quedado a las ocho en el bar de siempre, luego cenarían en un restaurante italiano al que solían ir hace años, entonces le pareció una gran idea.
Le sobresaltó el riff de guitarras de "Cause I said so" de The Godfathers, era el teléfono móvil, Ulises le puso aquella canción como tono de llamada porque ella se lo pidió, - necesito una canción potente, que pueda estar segura de que escucharé si me llaman aunque el móvil este en otra habitación o en el bolso -.



Lo cogió temblorosa, anhelando que fuese Ulises, nuevamente las lágrimas acompañaron a la decepción, era Carol, había llamado varias veces durante el fin de semana, de la misma manera habían procedido Sara y Bea, sin duda inquietas tras su comportamiento del viernes, precisamente ella saliendo del local con un guapo universitario de poco más de veinte años, como si las aventuras soñadas y nunca culminadas de locura adolescente tuviesen su oportunidad aquella noche.
No contestó, había mandado un wasap a sus amigas el sábado tranquilizándolas, estaba bien y ya las contaría, pero no le apetecía hablar con nadie. Ya que tenía el teléfono en la mano decidió volver a intentar llamar a Ulises por enésima vez, se extinguieron los tonos sin encontrar respuesta, derrotada hundió la cabeza entre sus manos y volvió a sentir aquél dolor en el pecho, dolor de congoja.
- Martina, ¿estas bien? - era la autoritaria voz de Piedad, la jefa del departamento, era una mujer de unos 55 años, severa pero justa, seria pero educada, concienzuda pero comprensiva, mantenía una belleza que en su mocedad debió causar estragos, aún era una mujer muy guapa, soltera y entregada a su trabajo corrían mil historias sobre ella en todo el edificio. - La verdad es que no Piedad, he pasado un fin de semana horrible y no he pegado ojo, lo siento, creo que no debería haber venido - Piedad asintió y se reclinó sobre la mesa, acercando su rostro al de su subordinada, sus ojos parecían entender la situación, la real, no la ficticia, su rostro se tiño de compasión, - vete a casa, cuando te encuentres mejor vienes, no tengas prisa -.
Volvió a casa andando, al introducir la llave le extrañó que la puerta no estuviese cerrada con doble vuelta, se dirigió a la cocina, al pasar por el dormitorio se estremeció, no había vuelto a entrar desde el viernes, no podía olvidar la escena, la puerta cerrándose en medio de la noche, la pequeña bolsa que Uli había llevado a Sevilla con lo imprescindible para una noche golpeando contra el suelo del pasillo, aún seguía allí, y su expresión en el umbral de la puerta cuando presenció la escena, un rictus de sorpresa, dolor y decepción, no había ira, hubiese sido menos doloroso, pero observó como en su mirada acababa de morir aquella inocencia con respecto a la naturaleza de su amor que a ella siempre le produjo esa ternura que la enamoró cuando ya pensaba que el amor era una reacción química que no hacía combustión con todos los corazones, el suyo era incombustible, como de amianto. Luego desapareció, dejó tras de si toneladas de amargura flotando en el aire y el seco y tímido ruido de la puerta al cerrarse, no hubo portazos ni temblores sísmicos que dieran con la fotografía de ambos en Londres contra el suelo por efecto del impacto, fue un ruido de goznes triste.
Luego el llanto incontenido, Álvaro vistiéndose a toda velocidad recriminado a Matina una y otra vez que no había sido avisado de que estaba casada, en pocos minutos abandonó la escena del crimen, este si dio un portazo, si dibujó su insultantemente joven rostro de ira, pero no dejó nada tras de si...Martina solo acertó a protestar ahogada en lágrimas y gimiendo... - ¡No estamos casados!!! - como si importase.
Se sentó en el sofá y llenó el vaso con lo poco que quedaba en la botella de Bells de importación, el sandwich estaba pintado de verde en su capa superior por efecto del moho y en tan deprimente escena reparó en unas llaves, eran las llaves de Uli, inmediatamante corrió hacia el dormitorio, encendió la luz y vio el armario abierto, el esqueleto no era capaz de sujetar su cuerpo y se derrumbó...le amaba tanto..., y le estaba perdiendo.
(continuará...)



Comentarios

  1. Pedazo de relato, amigo. deberías plantearte dedicarte a escribir. Creo que tienes estilo y buenas formas.

    Un abrazo!

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    1. Jejeje, querido Paco, si ya me dedico a escribir jaja, se a lo que te refieres y te agradezco tus palabras, la verdad es que cada vez me gusta más escribir y no solo sobre música, con estos relatos tengo pensado ir escribiendo una historia por entregas breves de forma deconstruída, para divertirnos.
      Gracias enseguida el tercér capítulo.
      Un abrazo.

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  2. La buena de Agatha parece que sigue teniendo seguidores, aquellos que prefieren un final que mantenga la incertidumbre hasta el desenlace definitivo.
    Sigue abriendo el paisaje, las imágenes urbanas (muy bien relatadas), los personajes pasajeros (tan importantes...), incorpora además de la metereología anímica (muy bien lograda hasta ahora), la exterior, algún vuelo en rasante de una paloma enferma...
    Bien.
    Abrazos,
    JdG

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    1. Joder Javier...que cosas me dices tío, sabes que??? lo hablamos en vivo en unos días.
      Un abrazo.

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